Paula Bayarte | Huancayo (Perú).- La madre de Brian y Lucía mira el cielo gris con la esperanza de que las lluvias lleguen para quedarse y no ocurra como el año pasado, en el que las sequías incrementadas por El Niño malograron la mitad de su cosecha. Algo que cada vez es más común en las comunidad altoandinas peruanas y que impacta directamente en los niños.
“El año pasado la producción no fue igual, fue la mitad en algunos lugares o menos de la mitad en otros, entonces no pudimos vender nuestros productos (…) y cuando ya no tenemos el dinero no comemos bien, ahora los chicos están con anemia”, relata Evelyn López a EFE desde su hogar.
Vive con su marido y sus dos hijos de 6 y 7 años en una humilde casa en las alturas de la comunidad San José de Apata, a más de 3.500 metros de altura y perteneciente a la región de Junín, en los Andes del centro de Perú.
Tanto los expertos, como los vecinos de este pueblo afirman que en los últimos años el cambio climático ha transformado las temporadas de lluvias, han aumentado las temperaturas, pero sobre todo ha hecho más extremas las granizadas, las nevadas y especialmente las sequías.
Estos sucesos, que además se agravan con la llegada de El Niño, se traducen en menores cosechas agrícolas y daños en las pocas cabezas de ganado que puedan tener, por lo que generan menos ingresos económicos para estas familias que no están preparadas para enfrentarse a estos sucesos.
Evelyn señala que pese a vivir en una comunidad campesina tienen que comprar carne, pescado, legumbres y verduras que no se pueden cultivar en las zonas con tanta altitud, por lo que cuando sus ingresos bajan estos bienes se hacen prácticamente inaccesibles.
“Cuando la familia no tiene ingresos no tiene cómo asegurar su seguridad alimentaria. Las consecuencias de las sequías les recae a ellos directamente porque sus niños crecen con desnutrición, altos índices anemia y esto, a la larga, crea dificultades en las escuelas y termina desencadenando un tercer círculo vicioso que es someterse a una pobreza intergeneracional”, explica a EFE el director país de Save the Children, William Campbell.
Sostiene que la falta de una buena alimentación provoca que la bajada del rendimiento escolar, puesto que los niños se desconcentran con más facilidad, y también aumenta el absentismo escolar.
En la céntrica región de Junín, un 21,6 % de la población se encuentra en situación de pobreza, y el 3,5 % en pobreza extrema, una cifra a la que se suman los 57.387 habitantes que están expuestos a riesgo “muy alto de déficit hídrico”, según las cifras estatales.
Salud de los niños
Lucía y Brian, los hijos de Evelyn comen arroz con huevo frito que les ha preparado su madre en la misma cocina, donde reposan botes de tratamiento contra la anemia.
En Junín, cuatro de cada diez menores de tres años tiene anemia, en la mayoría de casos debido a una alimentación falta de hierro.
Evelyn cuenta que se esfuerza para preparar a sus hijos comidas nutritivas con los alimentos que se cultivan en estas zonas, pero que no es suficiente y tampoco le es posible comprar carne o pescado con frecuencia.
Campbell recuerda que, además de este problema, la primera síntoma de El Niño en estas zonas son las enfermedades respiratorias infantiles por el frío.
La llegada de El Niño
“El fenómeno de El Niño que viene, o que ya estamos viviendo, no son solo inundaciones en el norte del país, la Amazonía o algunas partes del sur también trae esto, exacerba la sequía, el granizado y esto termina afectando a una población que estima que vayan a ser 300.000 personas en la parte altoandina y que no va a tener con qué responder”, indica Campbell.
Ante eso, Save the Children reparte diferentes paquetes, uno veterinario para fortalecer al ganado y otro agrícola, con fertilizantes y herramientas para que los cultivos puedan resistir estos fenómenos.
Explica que también es importante trabajar con las familias el uso de la tecnología para que se puedan prever las sequías y otros fenómenos y así preparar de alguna forma las plantaciones y ganados y que las economías familiares no se vean tan perjudicadas.
“Son emergencias que llamamos silenciosas, porque no vamos a tener una inundación que va arrasar con una casa o un enorme huaico (alud). Es frío y el frío mata. Lo que estamos intentando es prever para que la gente tenga capacidad de respuesta para poder manejar estos eventos climáticos tan extremos”, concluye Campell junto a una laguna de la zona mucho más vacía que años atrás.
Fuente: EFE