Sonia Almada, reconocida psicóloga, escritora y activista por los derechos de la infancia, anunció su candidatura para ocupar el cargo de Defensora Nacional de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, un rol clave en la promoción y protección de los derechos de las infancias en la Argentina.
Fue una decisión muy pensada, basada en la convicción de que las infancias necesitan que estos espacios potencien su vínculo y colaboración con quienes ponen el cuerpo, escuchan, apaciguan el dolor y acompañan a las víctimas, expresó Almada en un emotivo comunicado publicado en sus redes sociales.
Con más de tres décadas de trayectoria en la defensa de los derechos humanos, Sonia Almada ha trabajado incansablemente en la visibilización de las violencias que atraviesan a niñas, niños y adolescentes. Su historia personal como sobreviviente de abuso en la infancia, y su compromiso inquebrantable con la reparación, le otorgan una perspectiva ética, política y profundamente humana que interpela y moviliza.
Me presento con lo que soy y con lo que tengo: con mi historia, lo aprendido, con lo que logramos transformar en 30 años de trabajo, y por lo que aún seguimos luchando y reparando, señaló.
El anuncio fue acompañado por una fotografía tomada durante la grabación del episodio de La reparación, una producción que también pone en el centro la necesidad de escuchar y reparar a quienes han sufrido vulneraciones de derechos en la infancia. La imagen fue capturada por el equipo de Thelma Fardin, actriz y activista, con quien Almada comparte luchas y escenarios de visibilización.

El respaldo a su postulación no tardó en llegar. Desde organizaciones, profesionales, activistas del país expresan su apoyo a través de mensajes cargados de afecto, reconocimiento y esperanza. Una sobreviviente a la Defensoría de la Infancia, por fin. Por ese objetivo trabajo y me presenté, concluyó Almada, reafirmando que esta candidatura es una apuesta ética y colectiva.
Su propuesta encarna una demanda creciente: que las instituciones de protección de derechos estén habitadas por personas con compromiso real, sensibilidad social y la capacidad de transformar el dolor en políticas públicas inclusivas y reparadoras.
L.V.D