La actual crisis yerbatera no es producto de la desregulación ni de las acciones del actual Gobierno Nacional. Es la consecuencia directa de más de veinte años de políticas erradas que promovieron la dependencia del precio fijado por normas, el monocultivo y la expansión desordenada de las plantaciones. Hoy sobra hoja verde, y lo que está en discusión no es el mercado, sino el agotamiento de un modelo productivo y político que evitó hacerse cargo de sus propios límites.
La verdad incómoda: sobra hoja verde
Hay una afirmación que incomoda, pero que los números confirman sin margen para interpretaciones ideológicas: en la yerba mate hay sobreoferta estructural de hoja verde. No se trata de una situación transitoria, ni del resultado de la aparición sorpresiva de plantaciones desconocidas, ni de una decisión reciente del Gobierno Nacional. Es el desenlace lógico de un proceso acumulado durante años.

Entre 2021 y 2024, la producción promedio anual se ubicó en torno a los 868 millones de kilos de hoja verde, mientras que la demanda total —mercado interno más exportaciones— ronda actualmente los 320 millones de kilos de yerba seca. Aun proyectando, e incluso ilusionándonos, con un crecimiento sostenido de las exportaciones, la brecha sigue siendo —por decirlo con cautela— significativa.
Si se incorporaran plenamente las hectáreas plantadas en los últimos años, con rindes aún discretos, la oferta potencial podría superar los 370 millones de kilos de yerba seca, agravando un desequilibrio que ya es estructural. No es una opinión ni una ilusión: es aritmética básica.
Plantar sin plan: responsabilidades que no pueden ocultarse
Desde 2016 hasta 2024 se incorporaron unas 60.000 hectáreas nuevas de yerba mate, LVD lo advirtió en una nota publicada el pasado 12 de junio. De ese total, 54.000 corresponden a Misiones y apenas 6.000 a Corrientes. Estos datos oficiales, extraídos de registros del INYM, por sí solos derriban cualquier intento de diluir o trasladar responsabilidades.
Desde 2020, el INYM quedó bajo control político pleno del gobierno provincial. Lejos de anticipar el problema, advertir sobre el exceso de oferta o rediscutir el modelo productivo, se avaló —por acción u omisión— una expansión sin planificación ni estrategia integral. No alcanzan para justificarlo alertas tardías o medidas parciales, como la Resolución 170/21, que intentó limitar nuevas plantaciones y terminó en los hechos, acelerándolas.
El recurso fácil: culpar a la Nación
Frente al escenario actual, el reflejo automático de buena parte de la dirigencia fue buscar un culpable externo. La desregulación impulsada por el Gobierno Nacional y la figura del presidente Javier Milei se convirtieron rápidamente en el blanco elegido.
Sin embargo, el argumento es débil. El actual gobierno lleva apenas dos años, mientras que el modelo yerbatero que hoy aparece deshilachado fue diseñado, promovido y administrado durante más de dos décadas de gestiones equivocadas.
Dependencia como política: el núcleo del problema
Durante años, se empujó a los productores a la expectativa del monocultivo yerbatero, al endeudamiento anual y a la necesidad de vender inmediatamente la hoja verde. No se los incentivó a diversificar, a integrar procesos, a agregar valor ni a construir con margen de espera. No hubo políticas consistentes que pensaran en el futuro ni en cómo sobrevivirían los productores ante una crisis como la actual.
Ese esquema no fue un error técnico. Fue funcional políticamente.
Mirar hacia adelante sin negar la realidad
La yerba mate seguirá siendo un cultivo central para Misiones. Pero no puede seguir siendo la excusa para sostener un modelo político-productivo agotado, que sobreestimó sus virtudes, estimuló una expansión irresponsable y hoy se resiste a asumir las consecuencias.
La abundancia no es, en sí misma, el problema. El problema es qué se hizo —y qué no se hizo— con esa abundancia.
Hay futuro si se empieza por reconocer la realidad sin eufemismos.
Hay futuro si se acepta que sobra hoja verde y se la toma como punto de partida para redefinir el rumbo.
Hay futuro si se abandona la comodidad del relato y se discute, en serio, un nuevo modelo productivo para Misiones y sus particularidades.
Hay futuro si se recupera la idea de diversificación, agregado de valor e integración.
Y hay futuro si se entiende que empoderar al productor no es un riesgo político, sino la base de una economía yerbatera sustentable y madura.
La esperanza no está en volver atrás ni en sostener esquemas que ya fracasaron. La esperanza está en animarse a decir la verdad y construir algo distinto a partir de ella.
Fuente: LVD
