Trump, el mejor panelista televisivo del mundo

Internacional Nacional Política

Por: Gonzalo Abascal Para: Clarín

En su encuentro con Milei desplegó frente a una veintena de periodistas y la muda comitiva argentina su distintiva cualidad para enfrentar preguntas.

Apenas pasado el mediodía de este martes, en pleno horario de chimentos faranduleros, el momento del día que consagró el género bautizado como panelismo, Donald Trump ratificó desde los canales de noticias una condición que lo distingue: ser el mejor panelista televisivo del mundo.

Afirmación subjetiva, sí. Discutible, también. Pero perfectamente verosímil.

No se trata de examinar aquí su gestión. Tampoco la ayuda ofrecida al gobierno argentino. Ese análisis se aborda en otros espacios.

Se trata de aprovechar la oportunidad para mirar, y sobre todo escuchar, a uno de los personajes políticos más disruptivos de este tiempo, y una característica que lo distingue: su modo de hablar.

Empecemos por una pregunta. ¿Qué presidente convierte un almuerzo oficial con un mandatario extranjero, con los platos y los cubiertos sobre la mesa, en un encuentro sin guion con una veintena de periodistas?

Lo que se vio fue una hora de un espectáculo unipersonal, un talk-show tempranero con Trump como figura excluyente, luciendo el estilo conversacional que critican los opositores, aman los propios y generó decenas de análisis de intelectuales (cuya mayoría lo desprecia).

En un tiempo de dirigentes refugiados en la seguridad de las redes sociales o en los periodistas afines -el propio Milei es un mal ejemplo contundente de esa temerosa conducta-, Trump (que también discrimina a algunos críticos) mostró que el talento de la conversación directa y la respuesta llana es una virtud de los políticos de cualquier época.

Para entenderlo sirve remontarse a su primera candidatura. Las ruedas de prensa son un terreno muy familiar para nosotros, porque solíamos darlas casi a diario. Creo que probablemente ganamos la nominación presidencial gracias a las ruedas de prensa”, explicó.

Primer dato diferencial. Cuando los dirigentes sufren y esquivan los encuentros con la prensa, Trump los disfruta.

George Lakoff, asesor de Obama y autor del libro “No pienses en un elefante”, dijo sobre Trump: “Muchas de sus frases más famosas son versiones de mecanismos discursivos de los vendedores. Y agregó: “¿Trump está leyendo sobre ciencia cognitiva? No. Tiene 50 años de experiencia como vendedor al que no le importa a quién le vende. Es lo que mejor hace”.

Ese simplismo y superficialidad que odian sus críticos fue evidente ante la muda comitiva argentina. Trump habló de la NBC, la Argentina, Hamas, Medio Oriente, Boston, California, Zohran Mamdani, la próxima Copa del Mundo de Fútbol, Gianni Infantino, el precio de la nafta, Putin, Rusia, Zelensky, la inflación, España, y volvió una y otra vez sobre Biden, Kamala Harris y los demócratas, sin apenas un papel o un apunte.

Pero sobre todo habló de sí mismo con el tono y el humor de una conversación. Con frases e ideas interrumpidas por la mitad (según los lingüistas, lejos de confundir a los votantes, esa característica los complace porque completan la definición con sus propias ideas) y sin temor a la corrección política, incluso sugirió un piropo para Nieves Zuberbühler, corresponsal de TN.

¿Quiere decir que es un modelo de presidente? ¿Qué la superficialidad es aconsejable? Por supuesto que no.

Quiere decir que cuando se enlistan las razones que lo convirtieron dos veces en presidente de los EE.UU. se incluya la menos sofisticada, la menos moderna y la única que no pueden construir los laboratorios de marketing: el hombre habla, responde, conecta, se expone incluso a una burrada (frecuentes) pero no se esconde, todo lo contrario.

A esta altura excepcional, es lo mínimo que se le puede pedir a quien tenga la pretensión de liderar.

Fuente: Clarín