Mujica dejó la presidencia con el 65% de imagen positiva. “El poder no cambia a las personas, sólo revela quienes verdaderamente son”, dijo.
Por: Silvia Fesquet. Para: Clarín
“La vida es hermosa. La vida es una y se va, y hay que darle sentido. Con todas sus peripecias amo la vida. Y la estoy perdiendo porque estoy en el tiempo de irme”. José Alberto Mujica Cordano, Pepe Mujica como lo conoce el mundo, está luchando contra el cáncer de esófago que le diagnosticaron en abril, cuyo tratamiento lo ha dejado “deshecho”. Ex presidente, ex diputado, ex senador, ex guerrillero, ex preso político; uno de los responsables de convertir a Uruguay en centro de peregrinaje para conocer a ese “viejo loco” que comandó al país desde una chacra de tres habitaciones en su Montevideo natal, habla de la muerte sin eufemismos ni coartadas. Y hablando de la muerte va dejando lecciones de vida
A kilómetros de las denuncias de Fabiola Yañez, de los escándalos de Alberto Fernández, de los votos, los vetos y las internas partidarias, tan lejos del poder como pareció estarlo aun cuando lo tenía, este hombre de 89 años y un cuerpo debilitado por la enfermedad, desgranó confesiones frente a un periodista de The New York Times, en la austera vivienda que no abandonó nunca y en la que cultiva crisantemos desde hace décadas.
Aun en el ocaso, y más allá de ideologías o miradas partidarias, sus reflexiones parecen una bocanada de aire fresco en medio de cloacas que se van destapando, de negocios a medida concebidos desde el poder o de carguitos repartidos entre las sábanas, pagados desde el Estado.
“Sobrio, no pobre”, como se define el que fue bautizado “presidente filósofo”, reflexiona acerca de la libertad. “Sos libre cuando escapás a la ley de la necesidad, cuando gastás tiempo de tu vida en lo que se te ocurre… Los humanos podemos crear necesidades infinitas. Vivimos para comprar, y vivimos para pagar”, dice el hombre que jamás vendió su Volkswagen celeste modelo 87 y que hace cuatro años tiró su teléfono celular porque “me tenía loco, todo el día hablando pavadas”, para poder “hablar conmigo, aprender a hablar con el que llevamos dentro, que fue el que me salvó la vida”.
Sin renegar de la tecnología (“Somos nosotros los que no estamos a su altura, y hacemos un uso desastroso. Avanzamos más tecnológicamente que en valores”), reivindica el papel de la comunicación directa, ya que “no se habla sólo con palabras” sino “con los gestos, con la piel”.
Uno de los gestos más recordados fue el que protagonizó con su histórico rival en la política, el también ex presidente Julio María Sanguinetti, el 20 de octubre de 2020, cuando juntos se despidieron de sus bancas en el Senado nacional. Tomado como ejemplo de convivencia democrática y una verdadera lección de civismo, la foto de ese abrazo se replicó en todo el mundo.
Dijo entonces : “La democracia no es perfecta, porque nos está vedado a los seres humanos hacer cosas perfectas: es por ahora lo mejor que hemos podido hacer. Tiene deudas por todas partes, fallas por todas partes, pero no son tanto de la democracia y de las instituciones; son nuestras, son fallas humanas”.
En plena campaña en su país, llamó a cultivar “menos chismes y menos odio”, afirmó que “en mi jardín no cultivo el odio. Es igual que el amor, en cuanto a que ambos son ciegos. Pero el amor es creador, mientras que el odio es destructor. El razonamiento blanco y negro es falso”, y definió la política como “el arte de transformar al enemigo en adversario y al adversario en convivible”.
En tiempos de violencias y desamor, arropado por Lucía, la mujer de la que se enamoró 52 años atrás, de una vez y para siempre, reconoció: “Si estoy vivo es porque está ella”.
Fuente: Clarín