Esto no estará nada bien, pero lo que estaba era muy malo e iba para peor.Los Moyano son la expresión del sindicalismo más retrógrado y violento
Por: Ricardo Roa Para: Clarín
No es muy fácil deducir por qué Milei se aplaude y aplauda al ministro de Economía por el 25% de inflación. Y más: que haya gente que casi los aplaude a los dos. Sospechamos que es mérito del kirchnerismo, que duplicó cada año de su gobierno la inflación del año anterior, y terminó ganando el campeonato mundial. Al César lo que es del César.
Que esa gente aplauda y consienta una devaluación del 50 por ciento, que es bajarle el precio al peso a la mitad, es un milagro. Y que conste que los sueldos, por lo menos la mayoría, aquí se cobran en pesos devaluados.
El gobierno del hasta hace poco outsider Milei no necesitó convencer a nadie de que esto no estará nada bien, pero lo que estaba era muy malo e iba para peor. Por ahí se venía la híper de Massa, que por poco acierta, claro que al revés: en noviembre de 2022 dijo que su objetivo era llegar a abril (de 2023) con el número 3 adelante. Lo consiguió, pero con un cero detrás: bienes y servicios, 32,7; salud, 32,6, transporte 31,7. Y alimentos ahicito nomás: 29,7.
Su incorporación a los recursos retóricos de la casta queda asegurada, con medalla de oro. Como sea, lo que se palpa es que muchos votantes de Milei creen que es lo que hay que pagar para que el kirchnerismo no vuelva. Como sea también, el Fondo aflojó y aflojó la plata… para pagarle las cuotas a vencer ya mismo de lo prestado antes. En cierto modo, parece pensar como los votantes de Milei.
Si se juntan las reacciones de aquí y de afuera pese a la inflación mundialmente récord, habrá que concederle el primer aprobado al nuevo hombre de Olivos, que también se las arregla para hacer parecer que no negocia ni dnu ni súper ley, que ahora van de la mano en Diputados.
Eso es lo que quiere hacer parecer Milei: negociar sin que se note. Pero notar, se nota. Los tres bloques en que se fragmentó Juntos hacen que parezca que negocia más de lo que negocia. Y obvio, los k/peronistas no negocian nada: embarran la cancha y apuestan a que la crisis se lleve puesto al gobierno. Es defensa propia.
Hasta aquí, política pura, más bien tradicional.¿Como aprobará su reforma Milei? Precisa 129 votos y tiene 38. Puede llegar si arrastra los del Pro (37), radicales (34) y los de Pichetto (23). Otro aporte, eventual: los diputados de los gobernadores, cada uno con mangazo y factura en mano.
La semana que pasó, en un restorán de Monserrat, los ex Juntos acordaron cuidar el equilibrio fiscal y tratar de sacar la reforma antes de febrero. Milei la quiere circulando completa y a velocidad. Pero es difícil: en los 900 artículos hay una parte grande que sus aliados apoyarán, otra que rechazarán y una tercera que piden modificar. Quedan dos semanas y el gobierno tiene que encontrar aún su negociador.
¿Qué mete más ruido? Delegación de poderes, declaración de emergencia, privatizaciones, el capítulo ambiental y el ajuste jubilatorio, que Milei pretende definir sin una regla y ellos quieren fijar por ley. Otro lío: el dnu. Milei lo metió como un artículo final en la reforma. Los del Pro podrían votarlo entero. Los otros prefieren abrirlo y revisarlo. A todos les caerá perfecto que se encargue la Corte.
Con el ruido interno mejor disimular. Alborotos intra ministeriales y entre ministerios. El mayor, entre el mismísimo Milei y su vice Villarruel, que se animó a protestar en el gabinete por la falta de información del jefe de ministros, Nicolás Posse, que concentra el poder con la hermana del presidente.
Fue por el debate en Diputados. Hay tanto secreto que los voceros oficiales se enriedan: no saben qué informar y qué desmentir. Bullrich, ministra que no olvida que fue candidata a presidente, aunque sí olvida que perdió, le indicó a Villaruel que de vez en cuando hay que levantar la mano. Votar sin fijarse en detalles. ¡Qué tanto!
Sobre el pucho, Bullrich salió además a defender a Petovello, la ministra de Capital Humano, denominación bastante engañosa: ya echó a cuatro funcionarios. Sus you are fired incluyen un par que no llegaron a asumir. A Horacio Pitrau, subsecretario de Trabajo, lo sacrificó por negociar con el mercantil Cavalieri para frenar el medio paro de la CGT, el más tempranero que haya recibido gobierno alguno.
En realidad, Pitrau fue el pato de la boda. La propia Petovello participó de las gestiones con el ministro Francos, el más político de los que rodea a Milei y ahora de los más raspados: debió retroceder por orden de Posse. Uno de los asesores de Posse es Mario Lugones, socio del Coti Nosiglia y Luis Barrionuevo en el sanatorio Guemes y antes del mismo Cavalieri y de Claudio Belocopitt, de Swiss Medical y Medicus. Nada se acaba, todo se recicla. El hijo de Lugones, Ramiro, compartía consultora con Santiago Caputo, otro ministro clave.
Y de pronto sale Pablo Moyano, como quien vio la luz, abrió la tranquera y entró. Reclama por el silencio de Cristina, Fernández y Massa. No consideró que en una de esas los aludidos piensan que es mejor callar para no perjudicar más al peronismo. Moyano se apropia del discurso de la CGT y se autoproclama. o pretende hacerlo, jefe de la resistencia. Tal vez Milei esté consiguiendo el enemigo que necesita para aglutinar sus fuerzas con más fuerza.
Los Moyano, padre e hijo, son la expresión del sindicalismo más retrógado y violento. Fueron usados por Kirchner para reprimir los piquetes del campo y más acá y en otro momento de delirio, Massa repitió la fórmula y mandó la patota a apretar empresarios culpables por la inflación.
Ocurre que hay un gobernador también electo, que acaba de regalarnos un débito de 16 mil millones. De dólares, se sobreentiende. Vienen del negocio nunca aclarado de la reestatización de YPF. Si la aritmética no falla, 16 mil millones significan que cada argentino tendría que pagar algo así como 350 dólares, que en criollo son 350 mil pesos largos. ¿Quién no los tiene? Y mejor que no sumemos los otros 10 mil millones que le hicieron pagar al país a Repsol. Ay… Kicillof. ¿No seremos en esto también campeones mundiales?
Fuente: Clarín